Ansiedad: energía sin dirección
La ansiedad es un exceso de energía ante algo incierto. Es esa sensación de no tener la confianza suficiente para enfrentar lo que viene, incluso si solo existe en nuestra mente. Cuando la confianza se debilita, la ansiedad crece y puede intensificarse hasta llegar a crisis o ataques de pánico (falta de aire, palpitaciones, sensación de ahogo…).
A nivel emocional, la ansiedad es un llamado del alma para atender aquello que duele o permanece sin resolver. Muchas veces esconde emociones reprimidas —miedo, tristeza, inseguridad, vergüenza— que piden ser vistas y sostenidas con amor. La mente corre buscando soluciones, pero el cuerpo grita que necesita presencia, no respuestas. Por eso, más que controlar la ansiedad, es vital aprender a escucharla: ¿qué me quiere decir? ¿Qué parte de mí está pidiendo cuidado? Sentir y respirar pueden ser los primeros pasos para volver al centro y recuperar la calma.
Durante estos episodios, el cuerpo se desajusta. Hiperventilamos, el corazón se acelera, el pH de la sangre se altera por la sobreoxigenación, y el cerebro toma el control automático de la respiración. En esos momentos, una técnica sencilla y muy efectiva para recuperar el equilibrio es la respiración abdominal.
Inhala por la nariz haciendo que el abdomen se expanda; exhala por la boca dejando que se desinfle. Coloca una mano en el pecho y otra en el abdomen: la del abdomen debe moverse, la del pecho permanecer casi quieta. Esta respiración calma el sistema nervioso, mejora la oxigenación, reduce la presión arterial y relaja el cuerpo.